viernes, 1 de febrero de 2013

NARCISO Y TARRÉS...


Ana Tarrés durante un entrenamiento
Cuenta la mitología griega que Narciso era un joven que rebosaba belleza. Las mujeres caían a sus pies. Todas se enamoraban de él. Sin embargo, el amor no era correspondido. Así, ante el despecho de más de una, Némesis, la diosa de la Venganza, condujo a Narciso hasta una cueva. Lo llevó hasta el pie de una fuente y lo hizo enamorarse irremediablemente de sí mismo. Narciso, embrujado por su imagen, quiso acercarse, tocarse, besarse. La atracción era tal que cayó en el agua y se ahogó. 
La psicología humanista ha catalogado el narcicismo, llanamente, como la sobreestimación de las habilidades de uno mismo y una necesidad excesiva de admiración y afirmación. 
Andrea Fuentes se ha pasado más de tres cuartos de su vida siendo una asesina del agua. Funcionando como un reloj, precisa, sigilosa. Nunca tarde; nunca pronto. Simplemente, en el momento justo. Al compás de la música, como si el líquido se evaporara cuando se lanzaba vestida para hacer que en la grada se dibujaran sonrisas y rostros de admiración. En la vida de un deportista siempre hay un día en el que se pone punto y final. Andrea eligió el de ayer. 
En la ceremonia de despedida, por lo que se ha podido ver en televisión, leer o escuchar, no faltó nadie. Tampoco Anna Tarrés. Nadie descubrirá lo que ha hecho Andrea Fuentes durante su carrera deportiva. Se trata de la deportista más laureada de la historia del deporte español. Sin embargo, en el día de ayer, Tarrés pronunció un discurso ante algunas cámaras de televisión que me ha movido a plasmar esta reflexión. Según la ex seleccionadora, Andrea “tenía una ilusión bárbara” por el Mundial de Barcelona. Además, achacó su retirada a la "polémica y conflicto" surgida entre la Federación de Natación y la misma Tarrés
Anna escuchó cómo una ninfa la invitaba a seguirla a través del bosque. La entrenadora penetró, guiada por el susurro de aquella voz hermosa, en una cueva y quedó plantada delante de una fuente. Al ver su rostro reflejado en el agua, Némesis la castigó a enamorarse perdidamente de ella misma. En ese momento, quiso rozarse, hacerse el amor. Tarrés cayó en el agua y antes de ahogarse dijo lo siguiente: “Ha habido una polémica importantísima que ha ensuciado al deporte, se han criminalizado 20 años de esfuerzo, ilusión y pasión y de crecer desde la nada hacia arriba. Un día 6 de septiembre dejé de ser la responsable de la sincronizada española y empezaron a suceder unas cosas que han provocado este ambiente”. 
Es cierto que hay aspectos que desconocemos. No sabemos cómo es el ambiente en el CAR de Sant Cugat. Tampoco sabemos si se han criminalizado la pasión, el esfuerzo y la ilusión, valores que hoy en día es difícil encontrar. Hay cosas, por otro lado, que sí conocemos. Sabemos que ha habido polémica. Que la natación sincronizada ha sufrido algún revés y también sabemos que el día 6 de septiembre Anna Tarrés dejó de ser la seleccionadora. 
Lo que realmente llama la atención es que nadie haya reparado en que la gran culpable de que Andrea Fuentes haya dejado la natación sincronizada, si nos basamos en las causas que esgrime Anna Tarrés y no la misma Andrea, lo cual es ya algo bizarro, es la ex-seleccionadora. ¿Quién si no, a parte de la RFEN, ha provocado el ambiente que denuncia ella misma denuncia? 
La ex entrenadora de la élite de la sincronizada ha conseguido éxitos sin parangón. Se ha colgado medallas como quien se ata los cordones. Ha sido una auténtica fábrica de producir relojes acuáticos. Rozando la perfección. Una estética romántica, brillantes en todos y cada uno de los movimientos. Eso nadie lo pondrá en duda. 
Sin embargo, hay maneras de echar a alguien a la calle. Como también hay maneras de irte a la calle. Tarrés no hizo más que poner palos en las ruedas durante la transición. En mi opinión, un profesional debe abadonar su lugar de trabajo poniendo las cosas lo más fáciles posible a la persona que le va a sustituir. Debe ayudar. Sumar. Porque, al final, estás ayudando a quienes se meten cada día en la piscina. Eso es, entre juicio y demanda, lo que nunca llegó a hacer Tarrés y en algún momento debería admitir. Es cierto que las nadadoras que han tocado el cielo en Pequín o Londres con ella le deben algo. Pero Tarrés también les debe algo a ellas. Conviene no olvidar que las relaciones en un equipo, sea del deporte que sea, son bidireccionales. 
Esther Jaumà se encontró con un solar lleno de minas cuando pisó el CAR: la mitad del equipo padecía algún dolor u otro, y el tema de la salida de Tarrés se mediatizó hasta tal punto de provocar cierto estrés en las nadadoras: llamadas telefónicas de medios de comunicación preguntando por el tema a todas horas y la historia se ensució hasta tal punto de terminar en los Juzgados. 
La ex seleccionadora también ha dicho, en alguna ocasión, que Fuentes se marcha porque sus compañeras no la han sabido cuidar. Eso es algo ruin. Además, en caso de que fuera cierto, esa falta de cariño tuvo que ocurrir, necesariamente, bajo su mando. La excusa no puede ser que no lo sabía. Su trabajo era saberlo. 
Tarrés se ha querido marchar de la misma manera que ha celebrado sus éxitos: a bombo y platillo. Si la transición hubiera sido cordial, otro gallo cantaría. Quizá, en lugar de estar escribiendo a la 01:00 horas de la noche, estaría haciendo lo que todo buen periodista debe hacer de madrugada: follar o emborracharse. No las dos cosas a la vez, porque entonces se masca la tragedia. En algunos casos. 
Entiendo a las chicas que firmaron un escrito sacando lo peor de Tarrés. También entiendo a las que estuvieron y están de su lado. Se trata de una persona que te ha roto, te ha llevado al límite de tu fuerza física y mental, que cuando no podías más te ha pedido una brazada más. Has llorado. Mucho. Has llegado a casa, sentado en el sofá, te has llevado las manos a la cara y las lágrimas han empezado a recorrer tus mejillas. Has llorado delante de ella, con ella, abrazada a tus compañeras, has deseado que todo terminara de una vez. Y cuando has salido de la piscina, destrozada en cuerpo y alma, ¿quién te ha abrazado y te ha susurrado unas palabras a la oreja que te han sabido como la miel más maravillosa del mundo? De esta manera es como te enamoras de una persona. Ha estado allí cuando eras vulnerable. Te ha tocado. Te ha sonreído. 
Espero que, de ahora de adelante, se deje de hablar de ella. Es más justo que se hable de las chicas. Conozco el caso de una de ellas. Después de uno de aquellos entrenamientos que en el imaginario colectivo se parecen más a los gulags soviéticos que a las sesiones de SPA en cualquier balneario, ella, la chica, se dirigió hasta la Universitat Autònoma de Barcelona. Después se metió en la biblioteca y cuándo le pregunté que dónde se había metido, me explicó que se había quedado dormida en el coche. Ese día abandonó la biblioteca a las 03:30. Yo fui a emborracharme. Adivinad quién tiene en su habitación algo de bronce. 
Hablemos más de estas cosas. De nuestras pequeñas heroínas de carne y hueso. De las asesinas del agua, precisas como el mejor francotirador de los Marines. Destaquemos el esfuerzo, la ilusión y la pasión. No usemos estos valores como un escudo para atacar a los profesionales que ahora intentan hacer su trabajo lo mejor posible. Dejemos que Andrea Fuentes disfrute de la vida que la natación sincronizada no le ha permitido vivir de la misma manera que hemos visto cómo la élite le ha reportado, merecidamente, éxito y reconocimiento social y deportivo. Y, sobre todo, no seamos narcisistas porque, al final, nos terminamos ahogando.

Bona nit. 
Twitter: @joantackles

Fuente: SomBalears - Articulo de Joan Busquets (Palma, 1990). 
A los 15 descubrió que su pasión era hacer la croqueta en la cama. 
Luego leyó Historias de Londres y se metió a periodista.
Hoy vive del aire en Barcelona



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